DIONÍSIO JACOB // EL ARTE COMO NARRATIVA CALEIDOSCÓPICA

Por Dani Bonachela – Galería de Arte Online DOMI

En un mundo donde las fronteras entre las palabras y las imágenes se vuelven cada vez más fluidas, la obra de Dionísio Jacob destaca como un testimonio único del arte como narrativa expandida. Nacido en São Paulo en 1951, en el seno de una familia profundamente vinculada a la telenovela brasileña, Jacob no solo heredó una sensibilidad artística, sino que a lo largo de las décadas cultivó una mirada al significado de las historias: aquellas que se cuentan con frases, pero también con formas, gestos y luz. Licenciado en Bellas Artes por la FAAP y reconocido como escritor, guionista e ilustrador galardonado de publicaciones y programas infantiles que han dejado huella en la memoria emocional de generaciones, entre ellas, las emblemáticas Rá-Tim-Bum y Cocoricó, Dionísio Jacob regresa a la pintura trayendo consigo un repertorio múltiple, donde el lenguaje visual se combina con la profundidad narrativa de la literatura.

Tanto en sus pinturas como en sus grabaciones digitales, el color no es un mero adorno, sino materia viva, capaz de transmitir sensaciones, atmósferas y sentimientos con la misma precisión que una palabra bien elegida. “Soy un narrador, ya sea con palabras o a través del arte”, afirma el artista. Y esto es precisamente lo que propone su pintura: un viaje a través de universos simbólicos donde lo lúdico y lo poético se entrelazan. Sus composiciones evocan escenas que parecen suspendidas entre lo real y lo imaginario: figuras humanas, lugares imaginarios, rostros enigmáticos y siluetas que se presentan al espectador como enigmas narrativos. Cada obra es una fábula abierta, una historia en pausa, a la espera de la interpretación íntima de quien la contempla.

Obra original Dionísio Jacob©

El exuberante cromatismo que caracteriza su obra —con el uso frecuente de rojos intensos, azules profundos, verdes intensos y violetas vibrantes— sugiere no solo maestría técnica, sino un compromiso expresivo: los colores hablan, tensionan, acogen, iluminan. La composición se construye a partir del contraste y la superposición, del ritmo visual dictado por formas flotantes, a veces simétricas, a veces descentradas, pero siempre guiadas por una lógica interna que remite al universo de los sueños, la memoria y la imaginación. La experiencia de sus obras es una invitación no solo a la mirada, sino también a la escucha sensible. A escuchar con los ojos. Pues hay, en las creaciones de Dionísio Jacob, una especie de melodía pictórica, hecha de capas, silencios, pausas y reencuentros. Sus imágenes resuenan con el eco de historias bien contadas: aquellas que no se agotan en una lectura rápida, sino que regresan a la memoria con la fuerza de las experiencias auténticas.

Jacob no pinta para niños; pinta desde la infancia que sobrevive en el adulto. Su obra es una invitación al encanto maduro, al redescubrimiento de una mirada sensible que, incluso frente a la brutalidad del mundo, insiste en ver la belleza, el misterio y el significado. En una época en la que el arte a menudo se confunde con lo efímero, Dionísio Jacob reafirma la vocación de la pintura como un lenguaje profundo, sensible y perdurable. Una artista que se mueve entre mundos —literatura, imagen, drama— y nos ofrece, en cada obra, la rara posibilidad de habitar un territorio donde ver es también imaginar, y donde imaginar es, siempre, un acto de permanencia.

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Dionisio Jacob en su estudio // Fotografía cortesía del artista

Ramón Jiménez Lobo