VI CUNHA // NARRADORA DE MEMORIAS

La artista con su obra // Fotografía cortesía de Vi Cunha

El Cerrado Mineiro como identidad y memoria: el arte de Vi Cunha, artista brasileña

Vi Cunha es una artista brasileña, nacida en el Triángulo Mineiro y acogida por las montañas de Belo Horizonte.
Transita una trayectoria entre territorios y temporalidades, hilando con delicadeza su historia como artista, ingeniera y narradora de memorias.
Su primera formación en Ingeniería Civil no fue una coincidencia desconectada de su recorrido artístico; un hecho que solo comprendió años después.

Sus primeros encuentros con la creatividad surgieron en silencio, comenzando con los bordados en la infancia y el manejo de hilos, adornos y telas heredados de las manos femeninas de su familia: su abuela y su madre.
Con ellas aprendió a reconocer texturas, adaptar materiales y experimentar posibilidades.
El tiempo de la costura preparó sus manos para el tiempo de la pintura.

Cuando eligió estudiar Ingeniería, Vi Cunha no esperaba que allí también exploraría su creatividad, más allá del dominio de los números que la carrera exigía.
La rutina con los cálculos le enseñó a resolver problemas con ingenio, mientras mantenía viva su sensibilidad en la comunicación con las personas involucradas en los proyectos.
Más adelante, materiales como las lijas cruzaron la frontera del sitio de construcción hacia su taller.

Su arte hoy se apoya en la diversidad de soportes y técnicas: papeles nuevos o reutilizados, acuarela, acrílico, bordado, macramé y fotografía; múltiples medios que permiten que cada recuerdo se instale a través de imágenes.

Los soportes y técnicas diversas no son solo una elección estética, sino una postura ante su propia historia.
Al utilizar lijas de construcción, esterillas de bambú, telas, hilos o papeles reutilizados, Vi Cunha incorpora a su arte materiales con los que ya había tenido contacto en otros momentos de su vida, permitiendo que la materialidad de los objetos también cuente historias.
El gesto de bordar, por ejemplo, conecta el tiempo de la infancia con el tiempo de la creación.

Su producción tiene un propósito claro: rescatar el pasado y documentar el presente para el futuro.

Sus obras nacen de las pausas —de quien camina lo suficientemente despacio como para percibir las sombras que la naturaleza proyecta en el suelo, de quien ve poesía en las imágenes del día a día, en los paisajes observados durante sus exploraciones al aire libre.
Su investigación parte de un lugar de escucha y observación atenta del tiempo y, hoy, rodeada por el cerrado mineiro, este se convierte en el protagonista de sus obras.
El suelo rojizo se transforma en pigmento para el fondo del lienzo, el árbol torcido se convierte en modelo, la pequeña flor que estalla en color en medio de la sequedad refuerza que el color siempre prevalece.

El horizonte de cielo azul abierto, decorado por las siluetas de las montañas y con sonido de hojas secas, enseña a mirar con atención: siempre hay un detalle que puede escaparse.
Es un paisaje que enseña a ver con calma, a valorar lo que brota incluso cuando todo parece estéril.
Es ahí donde Vi Cunha encuentra materia prima e inspiración a través de ramas, troncos, sombras, viento, semillas y silencio.

Su trabajo provoca una reflexión sobre lo que permanece y lo que se desvanece.
La memoria, en su obra, es motor de creación y una forma de resistencia.
Pintar el cerrado es una forma de no olvidarlo; bordar siluetas de montañas es una manera de reinscribirlas en el tiempo con más delicadeza.
Fondos contrastantes con flores delicadas, montañas rígidas representadas con la suavidad del bordado, la sequedad del cerrado pintada en telas fluidas; contrastes que también le interesan profundamente.

En su investigación hay un deseo profundo de hacer del arte un lenguaje para aquello que escapa a las palabras: el afecto, el vínculo, la identidad, la memoria.

Fue con esa sensibilidad que llegó a la obra seleccionada para la exposición virtual de Mombo Art Gallery, que ahora se convierte en un artículo.
La obra fue concebida a partir de las sombras del follaje del cerrado mineiro, metafóricamente una referencia temporal.
Después de todo, la naturaleza cambia con cada estación y la sombra ya no es el objeto, sino su memoria proyectada.

En la práctica, el cuadro fue creado con las manos completando las fallas de la mirada, ya que las sombras no delimitan contornos ni detalles objetivos, dejando los gestos fluidos, con movimiento y sin trazos previamente definidos.

“...la conservación de uno mismo a lo largo del tiempo implica la prohibición del olvido”, observa Ricoeur en el libro Memoria e Identidad, de Joel Candau.
Pintar el cerrado es una forma de no olvidarlo, además de reforzar la identidad a través de la memoria materializada en el objeto.
Como escribe Candau: “...la memoria es una fuerza de identidad”.

Las obras de Vi Cunha exploran esa relación entre tiempo y permanencia, materia y recuerdo.
Con un enfoque en la naturaleza y en los actos cotidianos, sus cuadros traen el mundo hacia el interior de los espacios y revelan la belleza de lo simple.
Para Vi Cunha, toda obra de arte contiene una historia y cada objeto guarda una memoria, si ha sido atravesado por el afecto.

Hoy, como artista, hace de su oficio una forma de eternizar las raíces de su tierra y llevarlas al mundo como una invitación a sentir.
Un arte que, más que para contemplar, es para tocar, reconectar y permanecer.

Para saber más sobre Vi Cunha aquí.

Crédito de las Fotografías aquí.

La artista en su estudio // Fotografía cortesía de la artista

EN SU IDIOMA ORIGINAL

O Cerrado Mineiro como identidade e memória: A Arte de Vi Cunha, artista brasileira

Vi Cunha é uma artista brasileira, nascida no Triângulo Mineiro e acolhida pelas montanhas de Belo Horizonte.
Ela trilha uma jornada entre territórios e temporalidades, costurando com delicadeza sua história como artista, engenheira e contadora de memórias.
Sua primeira formação em Engenharia Civil não foi um acaso deslocado em sua trajetória artística; fato que foi entendido anos depois.

Seus primeiros encontros com a criatividade vieram de forma silenciosa, iniciando nos bordados durante a infância e no manuseio de linhas, aviamentos e tecidos herdados das mãos femininas da família: a avó e a mãe.
Com elas, aprendeu a reconhecer texturas, adaptar materiais, experimentar possibilidades.
O tempo da costura preparou suas mãos para o tempo da pintura.

Quando decidiu pela Engenharia, Vi Cunha não esperava que ali explorasse sua criatividade, além do domínio com os números que a carreira exigia.
A rotina com os cálculos a ensinou a resolver problemas com inventividade, enquanto mantinha viva a escuta do sensível nas comunicações com as pessoas envolvidas nos projetos.
Mais tarde, materiais como lixas atravessaram a fronteira do canteiro de obras para o ateliê.

Sua arte hoje se apoia na diversidade dos suportes e técnicas: papéis novos ou reaproveitados, aquarela, acrílica, bordado, macramê e fotografia, suportes múltiplos que abrem espaço para que cada memória se instale por meio de imagens.

Os suportes e técnicas diversas não são apenas uma escolha estética, mas uma posição sobre sua história.
Ao usar lixas de construção, esteiras de bambu, tecidos, linhas ou papéis reutilizados, Vi Cunha insere na arte os materiais que já teve contato em outros momentos da vida, permitindo que a materialidade dos objetos também conte histórias.
O gesto de bordar, por exemplo, conecta o tempo da infância ao tempo da criação.

Sua produção tem um propósito claro: resgatar o passado e documentar o presente para o futuro.

Seus trabalhos nascem das pausas — de quem caminha devagar o suficiente para perceber as sombras que a natureza projeta no chão, de quem enxerga poesia nas imagens do cotidiano, das paisagens avistadas durante a exploração ao ar livre.
Sua pesquisa parte de um lugar de escuta e observação atenta do tempo e, hoje, cercada pelo cerrado mineiro, ele se torna o protagonista de suas obras.
O chão avermelhado vira pigmento para fundo da tela, a árvore torta vira modelo, a flor miúda que explode cor no meio da secura reforça que a cor sempre prevalece.

O horizonte de céu azul aberto, decorado pelas silhuetas das montanhas e que tem som de folha seca, ensina a olhar com atenção: sempre há um detalhe que pode escapar aos olhos.
É uma paisagem que ensina a ver com calma, a valorizar o que brota mesmo quando tudo parece estéril.
É onde Vi Cunha encontra matéria-prima e inspiração através dos galhos, troncos, sombras, vento, sementes e silêncio.

Seu trabalho provoca uma reflexão sobre o que permanece e o que se apaga.
A memória, em sua obra, é um motor de criação e uma forma de resistência.
Pintar o cerrado é uma forma de não esquecê-lo; bordar silhuetas de montanhas é uma forma de reinscrevê-las no tempo com mais delicadeza.
Fundos contrastantes com flores delicadas, montanhas rígidas representadas pela delicadeza do bordado, a secura do cerrado pintado em tecidos fluidos; contrastes que também a interessam muito.

Há, em sua pesquisa, um desejo profundo de fazer da arte uma linguagem para aquilo que escapa às palavras: o afeto, o vínculo, a identidade, a memória.

Foi com essa escuta que chegou à obra selecionada para a exposição virtual da Mombo Art Gallery, que agora se torna um artigo.
A arte foi pensada a partir das sombras de folhagens do cerrado mineiro, metaforicamente uma baliza temporal.
Afinal, a natureza muda a cada estação e a sombra não é mais o objeto, mas sua memória projetada.

Na prática, o quadro foi criado com as mãos preenchendo as falhas do olhar, afinal as sombras não delimitam contornos e detalhes objetivos, deixando os gestos fluidos, com movimento e sem traços previamente definidos.

“...a conservação de si através do tempo, implica na interdição do esquecimento”, observa Ricoeur, no livro Memória e Identidade, de Joel Candau.
Pintar o cerrado é não o esquecer, além de reforçar a identidade através da memória materializada no objeto.
Como escreve Candau: “... a memória é uma força de identidade”.

As obras de Vi Cunha exploram essa relação entre tempo e permanência, matéria e lembrança.
Com foco na natureza e nos atos cotidianos, seus quadros trazem o mundo para dentro dos ambientes e revelam a beleza do que é simples.
Para Vi Cunha, toda arte carrega uma história e cada objeto carrega uma memória; se atravessado pelo afeto.

Hoje, como artista, ela faz do seu ofício uma forma de eternizar as raízes da sua terra e levá-las ao mundo como convite ao sentir. Uma arte que, mais do que contemplar, toca, reconecta e permanece.

Para saber más sobre Vi Cunha aquí.

Crédito de las Fotografías aquí.

Ramón Jiménez Lobo